Si un desconocido llama a tu puerta seguramente lo último que te esperas que te pregunte es si puede dormir en tu casa. Pues es justo eso lo primero que hacíamos cada uno de los más de 1.500 días que estuvimos en la ruta. Sin vergüenza ni dudas, sin rodeos ni más introducción que nuestra clara aspecto de viajeros, cuando un día terminaba allá donde fuera, en la India, en Namibia o en los Estados Unidos de America, buscábamos una puerta a la que llamar y en cuanto nos abrían le soltábamos nuestro discurso más usado en el viaje: “Estamos dando la vuelta al mundo en nuestra moto y hoy acabaremos aquí nuestro día, necesitamos un lugar para pasar la noche, ¿podríamos quedarnos aquí?”
De la forma más natural posible (claro que con la experiencia de hacerlo cada día durante mucho tiempo) le devolvemos la lógica a una pregunta que la sociedad nos hizo ver como extraña y peligrosa estos días si la hacemos a desconocidos, o que nos enseñó a responder con un claro y rápido “no” si es a nosotros a quienes nos la formulan. Pero claro, si para esa pareja de viajeros que se presenta en tu casa sin avisar es tan natural y lógico preguntar por una habitación, pues deberán tener algún motivo… es así como se despierta la curiosidad de nuestro posible anfitrión y con ella aparece una oportunidad para presentarnos explicándole nuestra historia.
Está claro que los estereotipos ayudan y el hecho de ser una joven pareja de europeos que parecen venir desde el otro lado del mundo en su moto superequipada ya abre un poquito más esa puerta que queremos atravesar, y aunque uno de ellos sea un barbudo de casi dos metros su pareja, una chica simpática y habladora, vuelve a subir la confianza de quien tenemos en frente.
Pero la verdadera clave del éxito está en ese mágico primer instante cuando te abren la puerta, ese par de segundos que tenemos para reconocer a nuestro posible anfitrión y clasificarlo para de forma casi telepática decidamos en equipo como entrarle, decidir quién de los dos empieza a hablarle, que tono usamos, que complementos soltarle… En esos dos segundos el aún no sabe de qué va esto, así que jugamos con ventaja, hay que jugar bien esa carta y nuestras habilidades empáticas. Saber si podemos confiar en nuestro desconocido anfitrión para meternos a dormir en la casa con todas nuestras posesiones, y si nuestra intuición nos nos dice que si entonces empezamos a ver cómo podemos ganarnos su confianza.
Pero… ¿que dar a cambio por tanta hospitalidad? Equilibrio y karma se volvieron fundamentales para confiar en que superaríamos nuestro desafío de dar la vuelta al mundo en moto, así que si no compensábamos de alguna manera la ayuda que tan rápidamente aparecía temíamos que se cortase el flujo. Lee nuestro siguiente post para entender cómo se puede pagar sin dinero.
Deja un comentario